Esta es la típica
tragedia que se consume como un caramelito. No es la primera vez que nos
cuentan la historia de una persona que sólo tiene movilidad en la cabeza (por
diferentes razones). Se ha hecho de forma más optimista o menos, pero siempre
con un fondo muy doloroso. En esta ocasión, aunque haya momentos que invitan
concienzudamente a la lágrima, la película se apoya mucho en la pura comedia.
Agridulce, claro está, pero muy cómica.
Esto hace que la película
entre como un caramelito -no en vano ganó el premio del público en Sundance y
todo parece indicar que lo va a ganar aquí en Donosti. Reír, llorar y al final,
me temo olvidar. Pues lo que queda es más bien una sensación de haber visto una
película ingeniosa y entrañable. Que no es poco, oiga.
Los intérpretes están
estupendos. El protagonista, John Hawkes se luce, está claro, y Helen Hunt funciona de maravilla en su ya clásico personaje
sin prejuicios y con causas perdidas. Pero
si alguien está realmente bien en esta película es William H. Macy, que funciona de maravilla con una interpretación
realmente cómica. El resto del reparto también responde.
El punto fuerte, el
ingenio de los chistes en el guión. La risa, al fin y al cabo, es lo único que
nos permite afrontar una tragedia de estas características. Por eso funciona.
Por eso aceptamos mejor esos momentos terribles y somos capaces de acercarnos
mínimamente a ponernos en el lugar del protagonista. Una película necesaria, un
juego útil, que por otro lado es fácil dejar atrás y que no deja en el
espectador una huella permanente.