Si tenemos suerte, podremos ver estrenada en nuestro país, seguramente sólo en algunas zonas de nuestra geografía, la última película del genial director coreano Park Chan-Wook. El título no puede ser más estrambótico, con un punto de ironía más en el original: I'm a cyborg but that's ok. Aunque no me voy a quejar de la traducción. Un título detrás del cual habrá mucho más ingenio que género fantástico, que no se asusten los detractores de la ciencia ficción; que tengan cuidado, por el contrario, quien no guste de propuestas demasiado originales.
Ya he repetido en infinidad de críticas la buena salud que presenta el cine de Corea del Sur, pero es que, en concreto, este es claramente uno de los tres mejores directores del país. Por hacer comparaciones estúpidas, si Kim Ki-Duk fuera el Pedro Almodóvar coreano, Park Chan-Wook es el Alex de la Iglesia. Tonterías aparte, este reconocido director ha paseado por festivales su trilogía sobre la venganza, en la que se encuentra esa joyita del siglo XXI que es Oldboy.
Su cine es estéticamente impecable, una característica habitual en el cine oriental, pero en su caso, además, la imagen está cargada de una mirada futurista. La contundencia de sus temáticas y sus explosiones de violencia pueden ser indigestas para el espectador más delicado, pero encajan a la perfección en su tono general.
En la berlinale del año pasado, la película participó en la sección oficial. Se llevó el premio Alfred Bauer. Ha participado en otros festivales, como en Sitges 2007, por ejemplo, y ha tenido, en general una buena aceptación y algún premio que otro.
Con mis expectativas al máximo ante uno de los mejores realizadores del momento, espero con interés este nuevo trabajo extraño y armonioso. Sólo su increíble cartel ya merece las cinco estrellas.