Crítica de la película The Reader (El lector) por Iñaki Ortiz

Desde dentro


5/5
20/02/2009

Crítica de The Reader (El lector)
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Como las mejores películas, The reader se permite no mostrar su verdadero rostro hasta bien avanzada la trama. Casi por imposición del modelo narrativo, se decide a presentarnos a fondo a los personajes primero, y en este caso la decisión no puede ser más acertada. El impacto del juicio y su resultado se multiplica. Además, esta presentación ya tiene un valor en sí mismo, como si estuviéramos hablando de dos historias distintas.

Muchas películas han tratado temas similares, quizá el ejemplo más característico sea ¿Vencedores o vencidos? Al partir aquí de los personajes, se consigue una mirada mucho menos documental, más emocional, lo que influye directamente sobre la reflexión del público. La influencia es positiva porque el film acosa al espectador sin posibilitar su indiferencia, la historia te agarra de las entrañas y te obliga a juzgar. Pero también es negativa, pues esta reflexión se produce en un contexto completamente contaminado por emociones dirigidas, parciales y dudosas. Aunque este efecto, a priori negativo, quizá también es parte del objetivo de la película: no se trata de debatir sobre este problema desde nuestra relajada existencia más o menos objetiva, sino experimentar desde dentro estas complicadas cuestiones en un tiempo de odios, errores y pasiones. El gran acierto del film, por tanto, lo sitúo en la elección de sumergirnos primero en un contexto personal, vivo, antes de tratar un tema tan controvertido. El acierto, claro está, es hacerlo tan bien.

Ayuda, por supuesto, el enorme trabajo del reparto. Kate Winslet está de Oscar, y además de eso, lo hace realmente bien. No sólo cuenta con un personaje jugoso, sin maquillaje, detestable a veces y conmovedora otras. También sabe rescatar la esencia humana de entre la mediocridad. Está claro que este es el gran año de Winslet, que no sólo ha trabajado en dos de las mejores películas del momento, sino que ella ha sido uno de los mayores valores en estos trabajos. Un buen trabajo también el de Ralph Fiennes, mostrando una poderosa represión autoinfligida. La descomposición de su rostro es muy emotiva. Afortunadamente, David Kross (la réplica juvenil) está a la altura.

Quizá el mayor responsable de mantener la primera parte de la película es Roger Deakins y su sobresaliente trabajo de fotografía. La suavidad del color es simplemente deliciosa, así como la sutileza de esa luz que acaricia a los personajes y al entorno. Exquisito, un placer para los ojos.

Una gran película que confirma a Stephen Daldry como uno de los directores más interesantes del momento, que es capaz de rodar una película como esta sin tener que recurrir a la forma más estilizada de su anterior trabajo, Las horas. Momentos como el de la grabación y reproducción de las cintas nos recuerdan por qué amamos el cine.



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