Crítica de la película Holy Motors por Iñaki Ortiz

La intensidad destilada


5/5
15/11/2012

Crítica de Holy Motors
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película ¿Qué nos quiere contar Leos Carax con esta extraña obra? Uno ni siquiera necesita encontrar una respuesta a esta pregunta porque desde que nos adentramos en ese cine lleno de espectadores atentos, hasta la delirante última conversación coral, nuestros sentidos son deleitados y nuestras emociones y pensamientos puestos a prueba. Carax no da un segundo de respiro, sorprende con una desbordante imaginación y un humor surrealista para doblar la apuesta en la siguiente escena. Visualmente brillante en cada plano, y especialmente vistosa en algunos momentos como el del motion capture, con ese hipnótico juego de luces que acaba en una extraña y poderosa expresión sexual. Realmente divertida, no en vano retoma la historia de Merde, su capítulo en la película Tokyo! añadiendo una implacable crítica a la estética y a la superficialidad -asombroso que Eva Mendes se haya prestado a participar en determinadas escenas.

Aunque la película está plagada de cinismo y humor negro, también hay espacio para las emociones. Especialmente, la genial concesión al musical con Kylie Minogue, un homenaje a la película que hirió gravemente su carrera, Los amantes del Pont Neuf. Una relación intensa -que bien podría ser otra ficción más- que destila todo el sufrimiento de la despedida y del amor imposible. Holy Motors es una película que principalmente se siente.

Pero, aunque ya con su capacidad de sugerir y de emocionar sea suficiente para hablar de ella como una de las mejores películas del año, sigo preguntando, ¿qué nos quiere contar Leos Carax? Seguramente, no sólo una cosa, y mucho menos algo cerrado, pero como en las grandes obras, son muchos los conceptos que flotan en el aire. El más evidente, el homenaje al cine, o al arte en general, a la pasión de los artistas para ofrecer intensidad al espectador. Los franceses están obsesionados con la pasión y con el cine, está claro. En este sentido, recuerda por ejemplo a Rubber -otra locura francesa- donde el espectador es el tema de la película. Hacer lo que sea, con tal de mantener la atención fija, entretener, impactar, emocionar. Es lo que hace Carax mientras nos habla de la importancia de hacerlo. Y claro, en su homenaje al cine, no faltan los guiños. Para empezar, a su propia obra (repite escenarios y personajes). Aunque principalmente a la filmografía de Georges Franju. Podríamos enumerar muchos detalles, pero el principal homenaje lo protagoniza la chofer, referenciando con su apariencia a Los ojos sin rostro, siendo precisamente la misma actriz, Edith Scob.

Carax nos habla de muchas más cosas. Del deseo de vivir varias vidas diferentes al mismo tiempo. De la superficialidad -el spam en las lápidas, el fotógrafo. De lo relativo que puede ser aquello que consideramos el aspecto más real de nuestra vida -el retorno a casa. Del amor y de la muerte. De la cruda realidad que le espera a esa niña que no gusta a los chicos. De la huida a través de la pared de nuestra rutina hacia la mentira del arte. De la búsqueda del yo. Y de tantas otras cosas.

Por supuesto, no se puede dejar de comentar el trabajo del multiprotagonista, Denis Levant, actor fetiche de Carax, que se mueve como pez en el agua en cualquiera de los excesos que le pide su director. Se merece todas las alabanzas por su interpretación intensa, atinada, sorprendente.

En mi opinión, Holy Motors es la película definitiva de Leos Carax, todo su universo comprimido y destilado para ofrecer sólo la esencia en cada plano. Una obra que te absorbe, que emociona, divierte y sobre todo, fascina.



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