Crítica de la película War Horse por Iñaki Ortiz

Mermelada


2/5
14/02/2012

Crítica de War Horse
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Es posible que Steven Spielberg sea el cineasta con más talento de la historia. Esto a veces enmascara su pésimo gusto y otras veces, como es el caso, no lo hace. Muchas veces -en parte casi siempre- flirtea con lo cursi, pero en ocasiones llega a recorrer el camino que va de lo cursi a lo empalagoso. Es cursi contar la historia de un chico y su amistad con un caballo; es empalagosa su carita de ángel rubio y de ojos más azules que el azul, su actitud de santo sin el más mínimo atisbo de picaresca. Es cursi mostrar a abuelo y nieta protegiendo a los caballos; es empalagosa la mermelada, las fresas, el anciano sonriendo desde la ventana de su casita de chocolate mientras la niña de cristal enseña a su caballito a saltar - quizá la escena más sonrojante de la película.

En general, la película se mueve entre lo empalagoso y lo ridículo. Forzando continuamente el protagonismo de un caballo, por el que doctores dejarán de atender a decenas de heridos, por el que un anciano olvidará que el peligro real es que quizá violen a su niña. Con personajes malvados como el de David Thewlis que parecen sacados de un cuento navideño, y con militares sensibles y delicados. Sobre todo, una historia cargada de recursos evidentes para una emoción tan buscada, que por mi parte nunca es encontrada. Simbolismo a granel. Hay que reconocerle un mérito: ha inventado el "John Ford para niños".

Obviamente, el buen hacer de Spielberg no ha desaparecido. Puede que la secuencia del arado sea tonta con su público improvisado, su roca partida y demás, pero a la hora de la verdad, el director coloca la cámara pegada al arado, por debajo, marcando con el subrayado más intenso el momento en que se clava en la tierra. Mención aparte para la escena del caballo corriendo por las trincheras: una maravilla. Y como no puede ser de otra manera, en cada enfrentamiento bélico, el tío Spielberg nos recuerda que, tonterías aparte, él sigue siendo el rey. No coincido (tampoco) con Hypnos en su valoración del trabajo de fotografía, creo que Janusz Kaminski es uno de los mejores valores del film, aunque sea usado para cosas como iluminar Tara.

No ayuda tanto un oxidadísimo John Williams que ya desde esa introducción con música solemne para las panorámicas aéreas resulta cargante con una banda sonora que no es más que un reflejo de lo que fue.

Me gustaría decir que al director le ocurre lo mismo, que ya está viejo, pero no lo estaba cuando rodó Always, Hook, Amistad... Confío en que, como en otros momentos de su carrera, nos sorprenda ahora con una gran película. Sin franceses mágicos, niños de ojos cielo ni caballos Lassie.



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