Crítica de la película Mi refugio por Hypnos

No hay refugio


5/5
22/09/2009

Crítica de Mi refugio
por Hypnos



Carátula de la película La película no es sencilla de ver. No me extraña que el espectador más corriente y moliente pase de unas escenas de auténtico asco, a una parte en la que hay paisajes bonitos y muy poca acción para acabar terminando de una manera más o menos esperada. Pero lo que realmente me ha encandilado del film es toda la profundidad que habita y va emergiendo con la mayor de las sutilezas.

Los primeros quince minutos de película son duros de ver. En especial, en mi caso, por ser un hipocondríaco redomado y por tener pánico a las agujas hipodérmicas. Pero la gran habilidad y grandeur de Ozon radica en la manera en que nos mete en París, con unos créditos sin música, con ese tren cruzando la pantalla, con ese dealer nervioso que entra en esa gran casa de París, con esa frialdad, con esa melancolía y ese amor soterrado entre los protagonistas, con esas ansias, con esa piel siendo atravesada por la heroína, con esa respiración hipernaturalista, con esa crónica de una muerte anunciada.

A partir de ese momento, Ozon continúa con su recital de puesta en escena. Mousse vaga por la casa hasta que se encuentra en una habitación con el desconsolado padre que llora a su hijo, dando a entender que no tenía mucha relación con él; tras ella aparece el hermano, observando, que le pide que la acompañe para hablar con su madre. Mousse, sentada en un sillón, la madre de Louis, frente a ella de pie, y el hermano, como un observador en la puerta. No existe ningún plano en el que la madre y el hermano están juntos. Cuando más adelante, el hermano confiesa que es adoptado no nos extraña, Ozon ya nos lo ha adelantado de manera magistral.

La película trata sin tapujos, una vez más en el caso del director, la homosexualidad, la maternidad, la culpa, la amistad, la necesidad, la soledad. Los va enlazando sin resultar chirriante. El único pecado puede radicar en la escena de la mujer que aborda a Mousse en la orilla. Y, sobre todo, vemos en cada personaje lo que piensan, vemos su evolución. Todos se nos hacen transparentes ante nosotros, los comprendemos, los entendemos, incluso el hombre que intenta ligar con Mousse por darle morbo las embarazadas y que cambia tras posar sus manos en la barriga de Mousse.

Así mismo, la presencia del hermano/amor platónico en todo: en la música, en la colonia, en las conversaciones y recuerdos. Ese apego por el pasado que tan bien retrató Assayas en Las horas del verano.
Cuando Mousse llora sola en Ghetarie ya sabemos la decisión que ha tomado, lo sabemos también cuando el hermano entra en la habitación y vemos a un lado a la niña y, al otro, a Mousse, apartada de su niña, necesitando liberarse, quizá, de lo último que le une a Louis.

Una película excelente en lo que a dirección e interpretación se refiere, llena de matices y con una estructura y ritmo que embelesa.




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