Crítica de la película Holmes & Watson, Madrid Days por Iñaki Ortiz

Retratos del Madrid del XIX


4/5
09/09/2012

Crítica de Holmes & Watson, Madrid Days
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Garci retoma, con esta película, su gusto por el fresco de una época y de un lugar, como ocurría en su excelente Tiovivo c 1950. Nos plantea una historia ya empezada, en la que no duda de los conocimientos previos del espectador acerca de las peripecias de Sherlock Holmes. No presenta su relación con Irene Adler porque da por hecho que conocemos sus pormenores. Habla de los principales sospechosos de ser Jack el destripador, descartándolos sin pararse a explicar demasiado, porque una vez más, deberían ser conocidos por el espectador instruido, que es para quien parece que Garci ofrece su película. Tampoco se preocupa en terminar de un modo resolutivo, aunque sí se desvela el misterio, queda aplastado de forma realista por la maquinaria del poder.

Entre tanto, nos cuenta pequeñas historias de la gente de Madrid de entonces, desde un camastro sobre una pared descascarillada, hasta los entresijos de las altas esferas del país. Las calles, los lugares, todo cuidado con un cariño que se siente en cada plano. Y Holmes es aquí una parte más del retrato, como Albéniz o Galdós, porque es ya tan real como ellos  para nosotros.

A Garci no le interesan las venganzas, o atrapar al villano. Quiere sublimar el drama con ese librito de Becquer empapado en sangre; atrapar un conjunto de emociones desatadas en una recatada sesión privadísima de violín tocando el Asturias de Albéniz. Quiere hablarnos del lado oscuro del progreso y de los cadáveres que deja atrás un cambio de tiempo. Es fácil captar el doble juego en esto, y en la intención de Holmes de retirarse, si hemos escuchado a Garci lamentarse de que esta pueda ser su última película.

También es una película de denuncia, sí, que sea un cineasta conservador alejado del panfleto no quiere decir que no haya crítica social en su cine. Denuncia de la corrupción urbanística (¿nos suena, o es cosa del XIX?) y de la impunidad de los poderosos.

Reconozco que no confiaba del todo en la caracterización de Gary Piquer, pero pronto me ha ganado con su tono y su actitud flemática. Eso sí, creo que nunca entenderé las licencias que se toma esta película con los idiomas. El cameo de Gallardón es doblemente sonrojante, por su hilarante barba y por sus pocas dotes interpretativas.

Como las grandes obreas del director, esta también está impregnada de una profunda melancolía. Pintada con un hiperrealismo costumbrista que no tiene miedo en rozar lo kitsch, ya aporta elegancia por otros medios. Otra de esas películas suyas que uno puede saborear y hasta mascar. Donde la morgue apesta y los cuartos cerrados están llenos de humo del continuo fumar de sus personajes.



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