Este es un thriller correcto aunque,
eso sí, nos lo conocemos de pe a pa. Lo que va a pasar con los
personajes, por donde va a tirar la trama, los tiempos, las
reacciones. Todo. Es una película que ya hemos visto, pero rodada
con oficio y escrita con sentido común. Ningún plano llama la
atención, ni para bien, ni para mal.
Hablemos de Richard Gere.
Prácticamente toda la función está sostenida sobre él, y
sinceramente, no llega. Sentirse contrariado y sentirse guapo al
mismo tiempo no cuadra. Ha vuelto a las andadas y se preocupa más
por cuidar estéticamente sus gestos que por mostrar una emoción
verdaderamente intensa. Cada vez que se le pone a prueba en la
película, no da la talla. Tim Roth le da un contrapunto
sobrado muy interesante, hace lo de siempre pero lo hace bien.
Más allá del thriller estándar, lo
que más interesa (a mí, y posiblemente al autor) es el trasfondo.
¿Cómo son los grandes hombres de negocios que están detrás de los
grandes fraudes? En cierta manera hay un paralelismo entre los dos
sucesos criminales: en ambos, un suceso más o menos fortuito
(accidente y problemas con la mina) desencadena todo el proceso
catastrófico. Uno tendería a pensar que no es culpa del
protagonista, o al menos, no es una gran culpa, sino en gran parte el
duro destino. Sin embargo, en ambos casos, un castillo de naipes
sucios sustentaban la situación (la infidelidad, los secretos, la
especulación, la mentira) y es realmente este tejido corrompido por
el protagonista el verdadero culpable de todo. Dicho de otro modo: no
esperemos a la catástrofe que viene del hecho fortuito, tratemos de
limpiar las cosas antes. En una situación terrible de crisis mundial
no se puede decir que no haya culpables, lo que hay que hacer es
rastrear la verdadera culpa hasta su origen.