Se acerca el próximo Finde Precrítico (los críticos de Precriticas.com nos juntamos dos veces al año para atiborrarnos a películas durante un fin de semana, cada uno elige 3 que considere puedan ser interesantes para sus compañeros). Esta vez, he elegido un "pack" de no-ficción. En el reciente Festival de San Sebastián hemos tenido un ciclo de los nuevos caminos de la no ficción. En muchos casos (y en concreto en mis tres elecciones) son películas en las que se incluyen elementos tanto de ficción como documentales. A veces es difícil determinar el género (documental o no) de algunas películas.
Orson Welles
Hablamos aquí de una película de 1973, por lo que podemos decir que
es un acercamiento al documental bastante innovador para su época.
Algo que no sorprende demasiado tratándose de Orson Welles,
un director ya acostumbrado a incluir nuevos conceptos.
A través de un uso deliciosamente tramposo del montaje -un
montaje con un ritmo imparable- y de otros juegos técnicos, Welles
construye a su modo una narrativa de ficción sobre imágenes
documentales. Utiliza la forma para contar su propia historia o
contar la misma historia pero de otro modo. Intercala imágenes de
diferentes grabaciones para conformar una escena abiertamente falsa,
que sin embargo representa una verdad, a modo de documental
ficcionado.
Desde el principio nos lo presenta abiertamente como un juego de
manos, reforzado por la dualidad director - mago que nos quiere
remarcar desde el principio. Esta es una película que principalmente
se plantea cuestiones relacionadas con el formato documental/ficción,
realidad o fraude, pero también plantea cuestiones sobre el valor de
una obra de arte, la copia y la verdad que reside en las
falsificaciones.
Wes Craven
Wes Craven creó el famoso personaje de Freddy Kruegger en
1984. Con él quería adentrarse en los arquetipos más básicos del
miedo, los que habitan en el inconsciente colectivo, influidos por
siglos de cuentos de miedo y terrores irracionales. Pero al mismo
tiempo creó un rentable icono del cine de terror que trajo 5
secuelas más en las que no participó el director (salvo levemente
en el planteamiento de la tercera). El personaje caminó por
derroteros circenses y de espectáculo fácil. Después de que en la
sexta película el personaje muriese de forma supuestamente
definitiva (y algo decepcionante), Wes Craven lo retomaba con un punto de vista
completamente nuevo, en el que incluía visibles juegos de realidad /
ficción, moderaba el espectáculo, volvía a indagar en los
elementos psicológicos (de un modo bastante pretencioso, todo hay
que decirlo) y al mismo tiempo se permitía criticar el rumbo que
había tomado su criatura. Dos años antes de volver al éxito,
iniciando la saga de Scream, el director se permite aquí una
película pequeña, no demasiado dirigida a los fans del personaje y
en un momento en el que ya era poco probable conseguir otro público
que no fueran esos fans incondicionales. El resultado es irregular,
con una estética muy noventera que recuerda a lo que luego sería
Scream, pero con un planteamiento atrevido y siendo todo un juego
de metacine, inusual en el terror de entonces.
Jorgen Leth y Lars Von Trier
A Lars Von Trier le encantan las
limitaciones, eso ya lo sabemos. En este caso no son para él sino
para otro director, el también danés Jorgen Leth. En este
sentido, la codirección que figura en los créditos no significa que
ambos directores hayan hecho el trabajo entre los dos, sino que Leth
ha realizado las piezas de ficción encargadas por Von Trier, dentro
de el documental realizado por este último. Por supuesto, según
avanza la película no deja de ser dudoso donde acaban los límites
de uno y empiezan los de otro. Es difícil determinar hasta qué
punto la parte supuestamente real está más o menos preparada, más
o menos ficcionada. En cualquier caso, lo que sí está claro es que
tanto las interesantes piezas, como la narración de su realización
resultan de lo más interesantes, especialmente para los cinéfilos y
amantes de los making of.