Batman y Superman: iconos más que personajes


30 de Marzo de 2016
por Iñaki Ortiz

La película comienza con una idea brillante, un cambio de punto de vista, con respecto a la recta final de la anterior entrega de Superman, El hombre de acero. La destrucción que para muchos banalizó miles de muertes en el épico enfrentamiento entre Superman y el general Zod, se observa aquí desde pie de calle, a través de los ojos de un sobrecogido Bruce Wayne. Sirve de premisa para entender dos cosas: el impacto psicológico en el personaje, y la dimensión peligrosa de Superman. La secuela tiene una conexión sólida con su antecesora, siendo una continuación por derecho propio, más allá del circo de enfrentamiento de superhéroes. Aunque quizá, lo más interesante, es que este juego no solo tiene valor para sí misma, sino que transforma y enriquece a la primera parte, para futuros visionados. Una nueva obra y una redefinición de la existente, ahí es nada. Es difícil volver a achacarle la etiqueta de frívola a aquella batalla.

Metropolis-11s

 

Un Batman más oscuro

Nos cuentan por enésima vez la muerte de sus padres. Algo incomprensible, teniendo tan reciente Batman Begins, y sin aportar nada nuevo. De alguna manera, es una forma de resetear y dejar claro que el personaje es independiente de la saga de Nolan -aunque argumentalmente no hay demasiadas diferencias. Si en El hombre de acero vimos de nuevo los inicios de Superman, aquí partimos de lo propio de Batman. Ciertamente, el personaje no es el mismo, especialmente en lo que se refiere a su integridad. Es un veterano que lleva muchos años dedicado a la lucha contra el crimen con el consiguiente desgaste. Un hombre solo, torturado, bebedor. Como reflejo, tenemos a un Alfred mucho más ácido y también algo decadente -no es casual el fichaje de un actor tan oscuro como Jeremy Irons. Aunque el inicio de la película suponga un impacto psicológico para el personaje, podemos intuir que ya venía degenerado de antes.

Es bastante obvio que la destrucción de Metropolis es un eco del 11S. Nada nuevo a estas alturas. El estilo realista entre el tráfico o las imágenes de nube de polvo son una reminiscencia clara. Después veremos los monumentos memoriales y las zonas devastadas. Si ha habido un impacto reciente en la sociedad americana, ha sido el ataque de las Torres Gemelas, y es esta idea la que envenenará la mente de Wayne. El dolor social, unido al dolor individual será la excusa perfecta para buscar culpables de los que vengarse. La manipulación le marcará el camino. En definitiva, la misma reacción que tuvo el pueblo americano, dirigido hacia invasiones sin sentido y que solo puede terminar con un golpe en la conciencia, recuperar la humanidad, en este caso, a través del sencillo recuerdo del nombre de su madre. Despertar de la obcecación de la venganza irracional.

Batman cabreado

El personaje de Batman, en anteriores sagas, nunca se ha andado con remilgo a la hora de tratar a los delincuentes, pero aquí, tiene un barniz de sadismo y tortura que no hemos visto en otras. Se representa sobre todo en el sello con el que marca a fuego a los delincuentes, y lo vemos en las caras aterradas de las chicas encerradas que se refieren a su propio salvador como demonio. De hecho, el arco del personaje se completa, al final, con el uso de este objeto de tortura, esta vez abandonando la venganza y el odio.

 

Superman, la cara amable del fascismo

El verdadero protagonista, el eje de la historia, es Superman. Por algo venimos de su saga, y por algo este es más su universo que el de Batman. La figura de Superman, lo que representa, es el centro de todas las fricciones de la trama. Esta es una película de iconos más que de personajes. Supreman representa, la impunidad, el poder absoluto. La deidad, si se quiere. Es un tremendo acierto que hacia el principio de la película aparezca vinculado a la idea de los ataques con drones que ejecuta EEUU en suelo ajeno, como la ira divina en poder del enemigo. El poder absoluto del imperio que ataca desde el cielo. A partir de aquí, todo el conflicto se plantea en los términos de si se debe -y si se puede- poner coto a ese poder absoluto. La comisión que forma el personaje de Holly Hunter -otra actriz Cronenbergiana como Irons, que aporta empaque a la película- se dedica a intentar poner límites al poder que actúa, supuestamente, en favor del bien. Hablamos de Superman, o podemos hablar de la CIA, los drones o cualquier otra acción encubierta del poder americano. Superman representa la cara más amable del fascismo imperialista americano. Una imagen mucho más atractiva y heroica que la de Donald Trump.

Superman adorado

 

Batman contra Superman

Este peligro es el que activa a Wayne -también es habitual la idea de culpabilizar de un ataque terrorista a una autoridad belicosa imperialista. Lo interesante es que el propio Batman es otro referente claro del fascismo, pero de una forma mucho más autoconsciente, asumiendo su clandestinidad. Wayne tiene claro que es un criminal, así se lo expresa a Alfred, mientras que Superman asume su rol de salvador del mundo. Este enfrentamiento entre diferentes tipos de poderes se enfatiza con el entorno. Metropolis, la ciudad rica y luminosa; las calles de Gotham, pobres y oscuras. Batman necesita traerle a su terreno. Esa ciudad cuyos crímenes no interesan a los periódicos de la capital. Batman es un vengador oscuro, cuyos métodos son igual de cuestionables, o más, que los de Superman, pero se asocia con lo marginal -curiosamente, al contrario que sus identidades secretas, un multimillonario de herencia y el hijo de un granjero- y no tiene el peligro de caer en ansias de poder. Toda esta idea nos lleva a otra adaptación de Snyder, Watchmen. Batman está más cerca Rorschach; Superman está más cerca de la perfección de Ozymandias. El primero sabe que no puede permitir dejar crecer el poder del otro. Un fascismo urbano contra uno supraestatal. Una forma de terrorismo de guerrilla, contra la violencia imperialista. En cualquier caso, como en aquella obra, es obvia la importancia del tema “¿quién vigila al vigilante?”.

Superman estatua

Todos estos límites del poder, que están desplegados en la primera parte, van decayendo, desgraciadamente, con la simplificación necesaria para que Superman nunca tenga un atisbo de lado oscuro que podría decepcionar al espectador. Lo que ocurre, finalmente es un engaño de Luthor, que ha avivado el fuego del odio con mentiras. Algo que nos distrae de la cuestión central, del peligro de la impunidad de Superman, que está ahí igualmente, por muy buen chico que sea el paleto de Kansas. El conflicto trascendental aquí se diluye. Finalmente, se resuelve a través de un sacrificio voluntario, el extremo de la heroicidad, que descarta así cualquier vicio que pudiera sobrevenir de su capacidad. Un mártir que nos devuelve al empeño religioso de la anterior película y toda su iconografía cristiana -el personaje tiene 33 años. Cuestión, la del sacrificio, que sería digna de aplauso si se hubiera llevado hasta las últimas consecuencias, y en concreto, hasta el último plano. Una pena, Nolan pecó de la misma falta de valor. Aunque no se le puede negar la coherencia religiosa a este final.

En el enfrentamiento de estos dos iconos hay, por supuesto, una lectura mucho más cotidiana, más cercana a lo emocional que a la metáfora política, y que quizá cierto tipo de público adolescente puede hacer más suyo. Batman, ese personaje oscuro y solitario que viste de negro y tiene mucha ira dentro de sí, puede asociarse a ese tipo de adolescente marginado. Superman, ni que decir tiene, es la imagen atlética, atractiva y popular que se lleva a la chica guapa -aquí también, al contrario que sus identidades secretas, pero esto es otra historia. El odio visceral tiene mucho de eso -o si se quiere, de gallito de corral que ve amenazada su hegemonía. En este sentido me parece clave que una vez que Batman vence y ve satisfecha su superioridad, y por tanto, aliviado su complejo frente a esa figura modélica, es cuando ya no necesita matarlo. No lo mata porque el azar apela a su subconsciente con el nombre de su madre, sí, pero no hay que despreciar un segundo nivel en el que Superman ya no es una amenaza para él. Ya no es un superior, son iguales. Del mismo modo, Superman, que le había mostrado desprecio y control, empieza a tratarle con el respeto y la consideración que el otro necesita. El bicho raro, se ve aceptado por el rey del baile.

Batman y Superman cara a cara

Todo este juego de emociones, complejos, debilidades, errores, es uno de los aspectos más interesantes del enfrentamiento que, en definitiva, todos hemos venido a ver. Un combate que no defrauda con una equiparación de fuerzas bien resuelta. Aquí Snyder se luce. Por ello, la posterior lucha contra el monstruo final, no es más que un tributo innecesario al cine comercial, y, aunque resulta aceptable, desmerece una obra que podría haber sido mucho más valiente, rompiendo con esquemas clásicos del género. Qué difícil es esto en una superproducción supeditada a recuperar las vertiginosas cifras invertidas. En este sentido, lo que sí que considero completamente fuera de la historia, es la inclusión de la Liga de la justicia, representada especialmente por el personaje de Wonder Woman, que no pinta nada, dentro del esquema de la película. Solo responde a preparar la siguiente entrega, de una manera bastante forzada, que claramente, no parte de la autoría sino de una hoja de cálculo. La presentación de la Liga en los archivos secretos, casi parece un teaser encubierto. Esto lo saben hacer mejor en Marvel, creadores incansables de productos de usar y tirar, con mucho menos ambición que las producciones de DC, pero mucho más modulares y adaptadas al mercado. La conexión entre El hombre de acero y esta película es un juego narrativo delicioso que está muy por encima de los guiños de Marvel; sin embargo, la publicidad obligada, que se escapa de las cuestiones dramáticas, no la manejan nada bien.

 

Lex Luthor y el Daily Planet en el siglo XXI

Cualquiera puede reconocer a Lex Luthor como un villano real. Con sus deportivas, su actitud distendida, su ímpetu juvenil. No parece casualidad que sea Jesse Eisenberg, el actor detrás de Mark Zuckerberg, el que interprete a este joven genio dueño de un imperio. Con él, queda representada la figura de poder que faltaba: las megacorporaciones. Un enfrentamiento entre Superman y Luthor viene a ser como cuando el FBI le exige a Apple desencriptar uno de sus iPhone. Apple es Luthor, y el FBI, la impunidad de Superman, por si no ha quedado claro. Eisenberg, compone un personaje intenso, que es capaz de generar inquietud con su simple simpatía.

No hay puntada sin hilo en el retrato de la sociedad actual que nos propone la película, y no podían desperdiciar la redacción del Daily Planet. Está plagada de referencias explícitas a que los periódicos ya no se venden y a cómo se resiente la calidad de un modelo en decadencia. Esto no impide que haya periodistas de raza como Lois Lane, interpretada por la excelente Amy Adams. Se agradece que, en este tiempo en el que las actrices deben ser jóvenes hasta el absurdo, podamos tener a esta actriz que tiene nueve años más que su pareja en la ficción, Henry Cavill, y su imagen es la de una mujer muy atractiva pero de verdad. Es interesante que sea Lane, como icono del periodismo, la encargada de recuperar el arma que acabará con la destrucción final. Una visión optimista y una puesta en valor de la función de la prensa. Por otra parte, también como periodista, es utilizada por las élites para crear una conspiración, un engaño, en su acción en el extranjero. Esto nos deja una pincelada de la utilización propagandística de la prensa. Resulta interesante y muy ácido el comentario de Wayne, multimillonario, a Kent, periodista: “¿tu periódico es de los míos, o es el del otro?”. Otra cuestión de poder, la conglomeración de los medios bajo grandes grupos de poder.

Lex Luthor y Lois Lane

 

Zack Snyder, en forma

Y vamos ya con el director. Ya sabemos que Snyder es capaz de mimar el encuadre al máximo para calcar las viñetas con una potencia visual siempre brillante, aunque a veces malgastada. Creo que aquí, y sobre todo en la primera mitad, donde aún no hemos entrado en el puro espectáculo, la mano de Snyder es firme y dinámica. Los saltos entre secuencias, el manejo del ritmo están mejor que nunca. No falla en la mitología y el misticismo de sus imágenes. Consigue una mezcla entre suciedad realista y belleza mítica que es también el enfrentamiento de sus personajes. Cuando se permite a sí mismo desbocarse, como en la escena del sueño que deriva a otro sueño, se le desvela una capacidad de construir grandiosos universos de ciencia ficción. Me refiero al sueño que desemboca en un deslumbrante ataque de hombres insecto y que después nos lleva a un mensaje del futuro propio del cine cacharrero de los ochenta.

 

Dos fieras en la banda sonora

La banda sonora de El hombre de acero, corría a cargo del gran Hans Zimmer. El problema con el que se ha encontrado a la hora de abordar es nueva entrega, es que él fue el artífice de las adaptaciones de Nolan del murciélago, y no quería copiarse a sí mismo. Por ello, y como el genial compositor no tiene miedo de compartir -en El caballero oscuro trabaja codo a codo con otro genio, James Newton Howard, con excelentes resultados- ha encargado las piezas dedicadas al personaje de Batman (y de paso, alguna cosa más) a un colaborador suyo de la anterior entrega: Junkie XL, muy de moda por su bárbara composición para Mad Max: Fury Road. El resultado es excelente, y abarca una variedad de estilos que van desde juguetear con el barroco hasta las percusiones más contundentes, propias de ambos compositores. Le va a la película como un guante.

Banda sonora en Spotify

 

Podría ser mucho mejor

Una película que peca de falta de valentía en algunos aspectos, a la que le sobran gestos de blockbuster, pero que es ambiciosa y de lecturas muy abiertas, gracias a la riqueza de los iconos sobre los que se apoya. Está dirigida con energía por Zack Snyder y escapa, en muchos aspectos, de los márgenes esperables en este tipo de producto. De hecho, es un mal producto comercial pero una obra que, aunque irregular, es bastante interesante.

Superman Lex Luthor y Batman




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