Adiós, Álex


21 de Julio de 2014
por David RL

Confieso que me ha dado mucho apuro escribir estas líneas. Ya desde que la noticia del fallecimiento de Álex Angulo, ayer domingo, pasaba del estadio inicial de shock absoluto al de esa sensación de confirmación que dan las horas ya consumidas -como si en ellas hubiera aún una posibilidad de mentira, de broma sin gracia-, intuía que debía escribir algo aquí, pero me podía la vergüenza.

Escribir unas líneas frías de despedida, como cuando fallece alguna leyenda del otro lado del charco, no venía a cuento. Escribir algo pretendidamente más cercano me sonaba a adorno, incluso a disfraz. Y, repito, me llenaba de vergüenza. Porque yo no llegué a conocer a Álex Angulo como para otorgarme el derecho de firmar un texto de ese tipo, justo ahora. Apenas coincidimos en un par de ocasiones. Pero curiosamente ha tenido un significado muy particular, para mí. Por eso, he decidido rememorar y explicar ese significado y, de paso, si lo consigo, transmitir un poco de su infinita generosidad.

Contextualicemos, primero, para entender el relato. Mi todavía corta y torpe trayectoria audiovisual me ha llevado a la reciente finalización de mi primer largo, La noche del ratón, todavía recién parido y por lo tanto aún a la espera para poder moverse allá donde nos lo acepten. Esta trayectoria tuvo un comienzo pasional, claro, y como en muchos casos similares fue a base de cortometrajes. Luego llegaron otros trabajos, como videoclips, etecé etecé.

En ese marco, en los primeros pasos, cuando solo habíamos hecho algún que otro graciosete corto amateur en vídeo, decidimos intentar hacer nuestro "primer corto serio" (nótese lo pretencioso del término y del objetivo, ya de salida). Y nos lo tomamos tan en serio que intentamos convencer a actores de primera línea para participar en él. De hecho, a la sazón, lo lograríamos.

Lo primero que hicimos fue recordar que unos años antes, Asier Vázquez (co-productor del corto y, hoy, productor de mi primer largo) y yo ya habíamos trabajado un proyecto que no pudimos terminar, por razones que no vienen al caso, en el que ya participó Álex Angulo. Asier es invidente, y el núcleo del proyecto era un retrato doble: mientras yo hacía una serie fotográfica al 'retratado' (fueron varios, además de Álex), Asier charlaba y charlaba con él, para poder conformar con palabras, horas después, ya solo y sentado ante su escritorio, una suerte de fotografía escrita.

La tarde que pasamos con Álex en Bilbao fue simplemente fantástica, una gozada, más aún entendiendo que éramos jóvenes estudiantes todavía, de aquellas, que sencillamente alucinaban descubriendo la naturalidad y amabilidad de un tío al que idolatrábamos por sus papelones para Álex de la Iglesia: que si diablos en Madrid, que si mirindas…

Pues, efectivamente, recordando aquella tarde, le llamamos y propusimos participar en el cortometraje, al que luego conseguimos ligar también a Gorka Otxoa, Secun de la Rosa, Amaia Salamanca o el gran Miguel Ángel Jenner. Resultó un corto torpe, como principiantes que éramos, y todo lo que nos dieron ante la cámara, durante el rodaje, tanto talento y tanto aprendizaje, no se lo pudimos devolver con un cortometraje a su altura. Éramos demasiado jóvenes, demasiado estúpidos, demasiado pretenciosos -y esto último es, probablemente, lo peor de las tres cosas-. Que les quede el consuelo, espero, de haber servido a todo el equipo como una escuela fugaz, brutal y muy eficaz de cómo se hace cine de verdad.

alex angulo

El placer de preparar una toma con el gran Álex.

Pero no olvido especialmente un instante, de ese corto, y es justo el instante que me vino varias veces a la cabeza ayer, cuando precisamente me llamaba Asier para decirme: "Ha muerto Álex Angulo". Todavía días antes de juntarnos real y físicamente para el rodaje del cortometraje, recibí una llamada en casa de mis padres. Yo todavía vivía con ellos. "Ponte, es Álex Angulo". ¡Imaginad! Fue mi primera conversación con un actor, con uno de verdad. Y nada menos que con él.

Por supuesto, hay que entender que Álex 'trabajaba' en el corto por amor al arte, por su infinito amor a la interpretación y porque siempre, siempre, ha apoyado a jóvenes cortometrajistas que querían empezar en esto tan jodido del cine. Álex, que no paraba de trabajar, de ir de aquí para allá por tal rodaje, tal grabación, esto, lo otro, me llamaba ya, aún muchos días antes, porque estaba con el guión y quería entender mejor ciertos aspectos del personaje que no daba captado (la torpeza era completamente mía, como guionista; jamás suya).

Esa llamada, esa intención, que puede parecer tan normal, me abrumó. Era mi primer actor de verdad, era la primera vez que discutía un personaje a esos niveles; enseñó a ese mocoso atrevido que era yo, en una sola llamada, tres o cuatro cosas sobre las que pensar cuando de verdad se crea y escribe un personaje. Pero sobre todo me abrumó que estuviera ya dando vueltas y vueltas mentales a ese personaje sobre el que yo debería estar haciendo lo mismo, por puro amor a su oficio. A cambio de nada. Me abrumó, en resumen, su generosidad.

El rodaje con él y con otro gran tipo, Secun de la Rosa, todo corazón, fue vibrante, fue precioso, una jornada intensísima. Me viene a la cabeza otro recuerdo, ahora. Al que para nosotros era "el gran Álex Angulo", ese hombrecillo afable y extremadamente educado, detallista, le vimos pasarlo mal porque tenía que tararear una melodía en una de las tomas, y no paraba de repetirme, antes: ¿Seguro? David, canto muy mal, de verdad, se me da muy mal… Nos llamaba la atención que él sintiera esa vergüenza, detectar en alguien de su experiencia esa timidez y esa humildad. Lo hizo, y sí, no cantaba bien. Pero lo hizo, pasando un mal rato por nosotros, un grupo de chavales que intentaba hacer "su primer corto serio".

alex angulo y secun de la rosa

Ahora nos vemos obligados a asimilar que ese hombre tan generoso (para mí, para siempre "mi primer actor de verdad") se ha ido por culpa de los putos accidentes de tráfico, una auténtica plaga. No me atrevía a escribir al respecto, os lo he explicado antes. Pero mi compañero precrítico Iñaki me ha animado a ello y he preferido sencillamente recordar lo que él significó para nosotros en aquel instante puntual, y que sirva como reflejo y ejemplo de lo que, a buen seguro, los que de verdad estaban cerca de él disfrutaron día a día. Que piensen en la fortuna que tuvieron todos estos años, como (imposible) consuelo.

Descanse en paz.




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