Alex de la Iglesia: Mi Top 3


15 de Marzo de 2013
por Romulo

Si comencé esta serie con una vaca sagrada, el tío Martin, ahora para el segundo fascículo de esta colección de dudosa justificación, salto a tierras más cercanas: El cine de Alex de la Iglesia. Efectivamente, me centraré exclusivamente en sus trabajos para la gran pantalla. Vamos allá.

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3. La comunidad

Se podría enfocar cómo una traslación del Polanski de El quimérico inquilino a un escenario madrileño, con un humor más desatado y marca de la casa, y un abanico de personajes trabajadísimos por la pluma de De la Iglesia y su gran socio, Guerricaechevarría. Y una pizca del eterno Hitchcock (ese desenlace en las alturas).

Quizá algunos excesos son, precisamente, excesivos. Pero es que, aceptémoslo, el exceso es una de las señas de la marca De la Iglesia, una de las claves de este director. Sencillamente, sin ello no sería De la Iglesia y, como espectador, quien quiere disfrutar de su cine debe aceptarlo. Conditio sine qua non.

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2. El día de la bestia

Quizá, si debiera ponerme escrupuloso, debería decirse que es su mejor película, la más potente, con su rabia y esa trabajada incontencia formal, pero plagada de aciertos y, por lo general, además, muy muy sólida. Sin embargo, la dejaré en segundo lugar.

Su mayor acierto, seguramente, fue dotar de interés masivo a su propia voz e intereses, tan diferentes, de personalidad tan marcada. El gran público descubrió aquí a Alex de la Iglesia a través de sus personajes tan estrafalarios y sin embargo (¡paradójico!) tan reconocibles; de su banda sonora; de su talento a la hora de convertir Madrid en una pesadilla. Y a pesar de ese retrato del infierno en la tierra, en la pantalla, entre el ruido y la furia, lo que se veía era en efecto Madrid, una Madrid real a pesar del diablo y de la desatada imaginería visual de De la Iglesia. Todo un impacto para un espectador desacostumbrado a esa osadía formal en nuestro Cine.

Muertos de risa

1. Muertos de risa

Pues sí, ésta es mi película preferida de la filmografía de De la Iglesia. Es evidente que mucho de lo volcado en ella lo reutiliza, posteriormente, para su más ambiciosa Balada triste de trompeta. Pero lo que en esta es más caótico, descontrolado e incluso difuso, en Muertos de risa funciona a las mil maravillas, a una escala menor pero infinitamente más precisa. Una pieza de cámara oscurísima, ingeniosa y endiabladamente engarzada sobre la historia reciente de nuestra TV y, por qué no, de nuestro país.

Sé que pocos la aceptarán como la película clave del director bilbaíno, sé que la mayoría ni siquiera la aceptarían en un top 3 pero, en mi caso, sencillamente, es la película de su carrera con la que más disfruto.





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