El Síndrome De Niro: Análisis y disfrute


19 de Agosto de 2010
por Romulo

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Desde hace ya no poco tiempo entre los compañeros precríticos venimos conociendo los síntomas más característicos de la más reciente (y fatídica) fase de la trayectoria interpretativa de Robert De Niro como "el síndrome De Niro". Un término que, en su propio significado más literal, hace referencia precisamente a una suerte de virus, casi podríamos decir que un maligno gen de nacimiento de este otrora gran actor, que con el tiempo ha ido pujando por salir a la superficie hasta, finalmente, acabar por apropiarse de manera absoluta de la persona y el personaje. Lo que en un principio era un grandísimo actor, pronto fue el actor estrella que todos querían tener pero que, de vez en cuando, ofrecía extraños síntomas de descontrol. Eran espóradicos, extraños. Poco a poco comenzaron a ser más habituales para, tristemente, terminar por erigirse en una constante tan divertida como patética: Es innegable que hace tiempo que hemos perdido al gran (y mejor) De Niro.

Pero, en verdad, si hacemos un repaso a fondo de su trayectoria, descubrimos que la tesis más vulgar y populachera sobre su decadencia es poco menos que falsa: ¿Es De Niro un grandísimo actor que de repente perdió el interés y pasó a hacer, literalmente, "mierda"? No. Un análisis objetivo nos demuestra que el síndrome estuvo ahí desde el primer día, pero la juventud, la fortaleza y el talento de De Niro conseguían mantenerlo oculto. No obstante, si observamos con atención, descubriremos que, ya desde sus años mozos, el síndrome estaba ahí fuera, a la vista de los observadores más certeros; de tanto en cuanto conseguía aflorar y tener sus minutos de protagonismo. Hoy, es un terrible mal del que De Niro jamás podrá recuperarse.

Detengámonos, por lo tanto, a repasar algunos puntos concretos en la trayectoria del viejo Bob; repasémoslo juntos y descúbramos la raiz del Síndrome De Niro.

1. EL JOVEN DE NIRO

De Niro arranca (pocos lo saben) con estrambóticas comedias de inocente y peleón trasfondo político-social dirigidas por Brian De Palma, nada menos. Hi mom! es el ejemplo perfecto. Recuperar estas películas ahora es menos complicado que hace años; internet ayuda. Para quien no las conozca, apuntar una imagen: un pipiolísimo De Niro embigotado, con gafitas y voyeur perdido; esto nos dará perfecta idea de que su vena más ridícula ya estaba ahí.

En cualquier caso, este joven De Niro pronto es reconducido con mano firme por dos nombres importantes: Scorsese y Coppola. El primero le ofrece un eléctrico secundario en Malas calles, donde De Niro se desata pero con un puntito de control que hace que se convierta en el rey de la función. Coppola le convierte en un joven Marlon Brando, nada menos. El chaval se controla, olvida tics, relaja el gesto y apunta a aquello en lo que pronto se convertirá: El Actor, con mayúsculas.

Por huir del tópico o de la elección fácil, quedémonos con un momento en la sombra de Malas calles (clicar para ver el vídeo).

2. EL ACTOR

Tras El Padrino 2 todavía están por llegar sus mejores trabajos: El Cazador, para Cimino, o Taxi driver y Toro Salvaje para Scorsese. Pero entre medias, no lo olvidemos, Scorsese permite a De Niro desatarse de una manera indescriptiblemente gestual y desmedida en New York New York, donde ambos (entre fiesta y fiesta) alcanzan el clímax en el mismo comienzo de la película: Una secuencia de ¡¡casi media hora!! donde, el mismo Día del Armisticio, De Niro solamente pretende ligarse a una jovencita (Liza Minelli), utilizando para ello todas las tretas que se le van ocurriendo... Es el Primer Gran Momento histórico del Síndrome De Niro.

Aun así, ese síndrome creciente es todavía, por lo demás, un gen balbuceante que De Niro empieza a acariciar pero que -de momento- es capaz de controlar, de jugar con él, de manejarlo de manera útil y provechosa. ¿Recordáis la secuencia del espejo en Taxi Driver?

 

 

 

De esta etapa, recordemos también varios momentos de la que quizá es la mejor película de la colaboración Scorsese-De Niro: Toro salvaje.

 

 

 

 

3. EXPERIMENTANDO

De Niro se abre a nuevas opciones. ¡Peligro! Puede pasar de todo, y así resulta ser. Prueba un papel abiertamente cómico en El rey de la comedia, y el resultado es perfecto: De Niro resulta patético en una película a la que ese patetismo le sienta como un guante. Pero el diágnostico es preocupante: Está empezando a abrirle demasiado la puerta a su pequeño gen dañino... Afortunadamente pronto se apunta a lo nuevo de Sergio Leone, Érase una vez en América, en la que de nuevo se destensa y olvida todo síntoma: Uno de sus mejores trabajos. Impecable.

Eso sí, tampoco deja pasar la oportunidad de convertirse en una especie de fontanero-terrorista en Brazil, de Terry Gillian. Cual Hamlet, De Niro se debate entre dos opciones: El gran actor o el Síndrome aflorante. ¡Qué notable lucha interior!

Para no quedarnos en medias tintas, vayamos a la mejor opción posible de esta época: El rídiculo y patético Rupert Pumpkin (es decir, De Niro con bigote a las órdenes de Scorsese):

 

 

 

 

4. LA ESTRELLA

Los aciertos pesan más que los resbalones y De Niro ha alcanzado un status desproporcionado. Todos quieren tenerle, cueste lo que cueste, en sus películas. Está en La Misión, está en El corazón del ángel (poco pero inolvidable; qué pintas, qué uñas... ¡ese huevo!)... Pero, sobre todo, hay dos títulos clave en este punto de su carrera -para el tema que nos interesa-.

El primero es Los intocables. Con Bob Hoskins fichado, De Palma le despide sólo por poder tener a De Niro en el papel de Capone. Como sus apariciones son contadas, el tío Bob tiene carta blanca: Hace lo que le viene en gana, gana peso, se adorna, gesticula explotando al máximo esa peculiarísima sonrisa que le caracteriza, entre cínica y grimosa... Haced clic en el enlace para disfrutar de la famosísima escena del bate.

El otro título a mencionar llegados a este punto es No somos ángeles, una película espantosa que señalo (tomémoslo como un subrayado empírico) como la Primera Aparición Oficial del Síndrome De Niro. Se rumorea que en este rodaje se lo contagió también a Sean Penn, que desde entonces se ha visto aquejado de este mal en varias películas posteriores (punto álgido en Yo soy Sam). No hacen falta demasiadas explicaciones si podemos ver una secuencia como la siguiente:

 

 

 

 

5. DE UNO DE LOS NUESTROS A CASINO

Bautizada así, esta etapa en la carrera de De Niro no suena nada mal... pero entre medias están El cabo del miedo y Frankenstein. Con De Niro muy cerca de enfermar de manera definitivamente incurable, Scorsese toma una decisión acertadísima, primero, y otra equivocadísima, después.

La primera decisión consiste en darle un secundario medianamente "estático" en Uno de los nuestros. El personaje de De Niro es, más que un personaje como tal, una especie de puntal, un apoyo, una esfinge imperturbable que aprovecha la ya conocida silueta mafiosa del actor para apuntalar un reparto que funcionaba, así, todavía mejor.

 

 

 

 

La segunda decisión fue darle patente de corso en El cabo del miedo. Scorsese quería cobrar mucho y rápido, y entretenerse probando absolutamente todo lo que se le ocurriera escena tras escena. Dinero fácil y un tiempo de entrenamiento. De Niro, igualmente, pudo hacer lo que le vino en gana. Desgraciadamente, lo que hizo finalmente Scorsese fue empujarle a las fauces del Síndrome. Gracias al divertídisimo e impagable doblaje al español, la secuencia de la pelea es la más recordada en nuestros lares, pero en los EE.UU. jamás olvidarán la escena en que un De Niro de melena churretosa seduce a una adolescente e inocente Juliette Lewis... Dos secuencias que no podemos dejar de ver:

 

 

 

 

 

 

 

6. EL DESCANSO DEL GUERRERO

Bob está infectado definitivamente. Pero el virus, ahora que ha vencido, se toma su tiempo. Así que, cuando todo parecía que podría venirse abajo, el tío Bob decide aparecer en varias películas que le permiten volver a un registro más contenido; eso sí, también menos lucido. Así, se especializa en thrillers como Heat (donde le gana la partida a base de tranquilidad y presencia a un aceleradísimo Pacino, otro tipo de histrionismo más que analizable), Copland, Jackie Brown o Ronin. Eso sí, con paciencia pero inexorablemente, el virus está ya fagocitando el cuerpo y mente de De Niro y se deja ver poderosamente en algunas escenas memorables.

Recordemos la escena cumbre de Heat (el "cara a cara"), otra escena de Jackie Brown y un breve instante de Copland (de esta película hubiera querido conseguir uno de mis momentos De Niro preferidos: "¡El puto caso está cerrado!", pero me ha sido imposible dar con él).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7. BOB HA MUERTO, LARGA VIDA AL SÍNDROME

Ese gen que resultó maligno, es ya definitivamente El Síndrome. Él decide por Bob. Él es Bob.

Él y sólo él decide pasarse a la comedia más directa. Primero ridiculizando su pasado de actor de films de gangsters, en Una terapia peligrosa; luego ridiculizando en general su imagen agresiva en Los padres de ella (y posteriores); y sobre todo, ridiculizándole finalmente como persona y actor, en engendros como Hombres de honor.

Si las dos primeras son ideas de pura comedia que funcionan, y en las que el Síndrome encuentra adecuadamente su espacio, películas como Hombres de honor o Las aventuras de Rocky y Bullwinkle (¡no os perdáis el vídeo!) son el perfecto retrato de la definitiva desaparición como Actor de Robert De Niro.

Os dejo varios vídeos, en este apartado, pero disfrutad especialmente de las dos secuencias de Hombres de honor; son la perfecta definición del Síndrome.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y, clicando en el enlace, un momento muy competitivo de Los padres de él.

 

8. EL PRESENTE

En realidad el momento actual es todavía, por así decirlo, la fase final del punto anterior. Secuelas de las películas citadas e indecencias como Righteous Kill, donde unifica su Síndrome con el de Pacino.  Pero lo que está por llegar (olvídemonos de sus pinitos como director, aquí estamos únicamente para hablar de su faceta actoral) nos anuncia que quizá el Síndrome pueda hacerle aún más daño. Sí, amigos, De Niro está en Machete, junto a Seagal y Lindsey Lohan.

Que Dios nos coja confesados.

 





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