M. Night Shyamalan: el silencio del cuentacuentos


03 de Noviembre de 2014
por David RL

AVISO: RIESGO DE SPOILERS.
NO LEER SI NO SE HAN VISTO LAS PELÍCULAS DE LAS QUE SE HABLA EN ESTE ARTÍCULO.
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Shyamalan

Este pasado fin de semana cacé por casualidad, en una de las cadenas nacionales de televisión, la emisión de Señales, una de las películas más características de M. Night Shyamalan

Viendo ciertas partes de la película, por enésima vez, me daba por pensar hasta qué punto a Shyamalan se le intentó etiquetar de diferentes modos, todos ellos rotundamente equivocados, y cómo es seguramente esto lo que ha dado al traste con su carrera. Al traste mientras él mismo no resurja para decir lo contrario. Pero de momento, el hombre sigue en la UVI, hay que reconocerlo. Una lástima.

A lo que iba. El sexto sentido dio mucho dinero a mucha gente, pero a la larga acabó por hacer mucho daño a su director. Obviando las dos primeras cintas que llevan su firma, pero no su sello, el verdadero Shyamalan aparece en efecto en El sexto sentido. Pero del largo proceso creativo que arranca aquí y termina en El incidente, es sin duda la menos suya.

Para intentar subrayar los comentarios que voy a ir recogiendo en este artículo, voy a utilizar un método algo curioso. Voy a tratar de refrendarlos utilizando como muestra sensorial la música compuesta por James Newton Howard para las sucesivas películas de Shyamalan. Veamos cómo funciona el experimento.


Su primer (y casi único) gran éxito 

El sexto sentido está muy concentrada en su razón de ser: su tramposo giro final. Lo hace, además, jugando con todas las claves habituales y conocidísimas de ciertos subgéneros del cine de terror. Por supuesto, visualmente ya llaman la atención algunas decisiones novedosas, un uso de la cámara diferente. Shyamalan asoma. Pero, además de ser una película que no se sostiene en segundos y sucesivos visionados, es sobre todo una cinta de género quizá demasiado fácil, demasiado pura, poco preocupada en otros aspectos. Por eso también la música que Newton Howard nos ofrece desde la primera hasta la última pista de la banda sonora es funcional, disonante a veces, intrigante casi siempre. Eficaz, que es lo único que se requería.

Es en El protegido donde aparece con plenitud el Shyamalan que posteriormente conocemos. Y no, no es un director de terror. No es guionista de finales sorpresa (aunque en El protegido intentó mantener esa apuesta). No es un director de blockbusters. Todo eso le pidió Hollywood, y en alguna ocasión él mismo trató de responder amablemente a alguna de esas etiquetas. Pero desde El protegido realmente arrancó un camino que luego se hizo más explícito: Shyamalan es un cuentacuentos, un narrador de historias mágicas e imposibles, un padre que te arropa y te cuenta sueños y pesadillas. Y cada vez que los espectadores han acudido a los cines esperando el enésimo relato de terror, o la enésima película de final sorpresa, la frustración hacia Shyamalan ha ido creciendo y creciendo, hasta desesperarle incluso a él.

Como decía, en El protegido ya aparece ese Shyamalan de fábula, de moralejas, ese director más interesado en cómo los personajes se relacionan alrededor de su cuento fantástico que en los superpóderes y las grandes aventuras y desventuras como tal. Por eso, de repente, la música de Newton Howard empieza a elegir otro camino. Os aconsejo escuchar desde el minuto 5 de este corte, aproximadamente (o entero, vaya; que no está de más):

En Señales esta vertiente se acentúa, reduciendo el espectro dramático de una historia de invasión extraterrestre a… ¡una familia en una granja! Eso sí, Shyamalan no es tonto y arranca advirtiendo al espectador que vamos a ver una de alienígenas. Un tema principal marcando el género y el tono. Qué narices, ¡un temazo!, construido sobre una célula de tres notas repetidas ad nauseam, con maestría.

Pero ahora fijáos cómo Newton Howard reutiliza esas tres notas para jugar con un desarrollo completamente diferente. De nuevo, Shyamalan se interesa ante todo en la moraleja de su fábula -y Newton Howard responde adecuadamente a ello-. En realidad, una moraleja cuyo significado es mejor obviar (es lo más empalagoso de la película, y suele ser así en Shyamalan, siempre) pero su simple existencia y el modo en que, como guionista, él lo utiliza para dirigir y articular el arco dramático de historia y personajes hace que la película sencillamente funcione mejor. Parece extraño, pero os animo a revisar la película y comprobarlo.


La plenitud del cuentacuentos

Llegamos a las dos películas en las que Shyamalan explicita su naturaleza de cuentacuentos. La primera con monstruos en un bosque encantado, chica ciega, chico guapo enfermo que necesita de la valentía de la chica para sobrevivir, etcétera etcétera. Cristalino, oye. Claro que, aquí, se le va la mano con la moraleja sociopolítica que, no sé a cuento de qué, quiere sacarse de la manga sin dejar de jugar con sus tremebundos giros argumentales. Y claro, la peli se le desmonta.

Para colmo, y tampoco aquí sé a santo de qué, la distribuidora se emperra en vender la película (hablo de El bosque, para los despistados) como una cinta de suspense, algo que no es. Igual que tampoco La joven del agua es una peli de terror. Está lejísimos de serlo. Aquí ya Shyamalan lo dice, lo grita, lo escribe en mayúsculas: esto es un cuento para niños, pero que está sucediéndole "de verdad " a mis personajes "de verdad". Y la película es deliciosa, descarada, imperfecta pero limpísima, como si en su imperfección curiosamente hubiera conseguido mantenerse sin mancha ni lunares.

Quien sí entiende lo que tiene entre manos es Newton Howard, que llegados a este punto magnifica su relación artística con Shyamalan, especialmente en el segundo caso. Os dejo con un par de cortes, uno por peli; ambos maravillosos, para no parar de escucharlos.

Tras la película más Shyamalan de todas las películas de Shyamalan, llega El incidente, en la que se entretiene haciendo una de "serie B". Con todas las de la ley, incluyendo actuaciones horripilantes, en algunos casos. Y diálogos de agárrate y no te menees. Pero la película funciona, con sus claves. Y de nuevo manteniendo su sello y espíritu: al final no importa tanto si el mundo sobrevive a ese extraño ataque de la naturaleza, sino que los protagonistas se reconcilian en el prado, bajo el fuerte viento, ignorando si este acabará con ellos o no. Para esa escena Newton Howard compuso este corte:

Las falsas expectativas a menudo creadas sobre lo que a uno le esperaba cuando acudía al cine a ver "la nueva del director de El Sexto Sentido", ha acabado por granjear una malísima imagen a Shyamalan en Estados Unidos. Muchas presiones, malas críticas, poca simpatía del público general e incluso nominaciones a los Razzies. Todo esto pudo con él y acabó vendiendo talento y alma para rodar tonterías que no le merecen (que si Airbender, que si el hijo de Will Smith).

Yo lo lamento. Ya habréis intuido que no soy muy fan de El bosque, tampoco de El sexto sentido (aunque prefiero mil veces el riesgo de El bosque, pese al fracaso final), pero por lo demás admiro la valentía de un director que lo único que ha querido, siempre, es arroparnos una vez más para contarnos otra historia mágica, y que no nos durmamos hasta la ultimísima sorpresa final. Ojalá pronto recupere las ganas y la confianza, pase de las aburridas críticas que le rodean y vuelva a ser el cuentacuentos que una vez fue.

El bosque




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Tags: James Newton Howard, M. Night Shyamalan



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