Mis problemas con Ridley Scott

En conversaciones con diferentes compañeros me ocurre que alguno me ha acusado de quejarme de la trayectoria de Ridley Scott de una forma ya algo caprichosa, apoyándome en el manido argumento de "desde Alien y Blade Runner ya no sirve para nada". Lo primero, por supuesto, es dejar claro que yo no soy quién para quejarme ni de Ridley Scott ni de la peor de las películas de Uwe Boll. ¿¿Quejarse?? Enorme tontería.

Así que dejémoslo en que la trayectoria reciente de Ridley Scott, personalmente, no me atrae, no me engancha, no acabo de encontrar un título cercano en su filmografía que me haga sonreir. Y para eso sí soy libre, ¿no?

Ocurre que me apena, y mucho. Supongo que le ocurrirá a más personas. Me considero un fan entregadísimo de Alien, e incluso la prefiero por encima de Blade runner, algo que creo que no es común -aunque menos aislado de lo que pueda parecer. Los duelistas, Alien y Blade runner supone una tripleta de arranque salvaje, la carta de presentación de un talento descomunal y, para colmo, firmemente enfrentado a lo que la industria esperaría o exigiría en aquellos tiempos de alguien a quien, finalmente, confiaban un proyecto tan ambicioso como Blade Runner. Y de ahí vino la hostia descomunal que se dio en taquilla y, digámoslo claramente, la rehostia monumental que le soltó gran parte de la crítica internacional.

Si algo hay en ese Ridley Scott, e incluso en el de algunos títulos inmediatamente posteriores, es carácter, firma, personalidad. Estaba en Los duelistas, pero está hasta la hiperventilación en cada fotograma de Alien e inflado de ego en cada plano de Blade runner. Igual que está en la ambición romántica y sin suerte de Legend, incluso en la modestia de thrillers más comerciales y planos como La sombra del testigo y Black rain. Por eso disfruto tanto con estas películas aun entendiendo que su altura cinematográfica es mucho menor. Así que no, no sólo disfruto con sus tres primeras películas.

A partir de los hostiazos de Blade runner y Legend intuyo que Ridley Scott entendió que era una posición más cómoda la de ir entregando a la industria productos más alineados con lo que, ellos esperaban, el público demandaba. (Con excepciones, ahí está 1942, ese fracaso extraño…) Y ocurrió lo evidente: Acabó por perder su voz, acabó por prefabricar una de gladiadores, por plagiar a 5 o 6 películas perfectamente identificables en American gangster, por montar un pastiche de pseudociencia-ficción en Prometheus… Dejó de ser ese Ridley Scott que asomó durante unos años, dispuesto a filmar cualquier historia (unas maravillosas, otras menos) pero siempre con su estilo, con su mimo plástico, con un amor personalísimo por el riesgo estético. Hoy, sus películas podrían llevar la firma de cualquier otro.

Le echo de menos, e intuyo que no reaparecerá en El consejero. Una pena.