Scorsese cierra la trilogía


20 de Enero de 2014
por David RL

Wall Street

El lobo de Wall Street, en última instancia, se acoge a la larguísima lista de películas que narran el crecimiento, auge y posterior caída de alguien, da igual quién: una estrella del rock, del porno, de la mafia o del deporte. Alguien que viene de la nada, llega a lo más alto, pierde el control, despega los pies del suelo y acaba estrellándose, tras caída libre.

Hay, quizá, eso sí, un matiz respecto a esta descripción: En El lobo de Wall Street el descontrol viene de antes, está ahí desde los primeros pasos en el camino hacia la cima del protagonista, Jordan Belfort. Por supuesto, va a más. Alcanza cotas cómicas, surrealistas, absurdas. Lo peor, imagino, es que son sólo la punta del iceberg, solo aquello que Scorsese y su equipo han querido mostrarnos pero, ciertamente, no quiero ni pensar hasta dónde habrán podido llegar Belfort y colegas en verdad, en eso que llamamos "vida real".

Lo sorprendente es ver a Scorsese absolutamente desatado, filmando escenas como la demencial secuencia en la que Belfort se afana por arrastrarse por las escaleras y por el asfalto para llegar a su deportivo. Divirtiéndose obligando a Leonardo Di Caprio a hacer gestos que jamás habría soñado poder hacer o multiplicando los escalones en cada uno de los planos subjetivos del personaje, jugando a estar dentro y a estar fuera, a hacernos alucinar desde todos los ángulos y a reirnos sin saber muy bien por qué no lloramos, más bien. Aunque estemos riendo a carcajadas, todo sea dicho.


Jordan, uno de los nuestros

Lanzo ya desde el titular de este artículo la idea de que, de algún modo, Scorsese está completando una trilogía que arranca con Uno de los nuestros, pasa por Casino y finaliza en el mundo de la bolsa, con El lobo de Wall Street. En cierto modo es una trilogía que arranca desde abajo, desde el día a día de los proletarios del crimen organizado para saltar a aquellos que comandan las operaciones desde los despachos, en Casino, y finalizar en Wall Street con las verdaderas bestias, los lobos y tiburones que manejan el mundo desde la sombra, con un teléfono en la mano.

Goodfellas

Sí, Uno de los nuestros a su vez enlaza con Malas calles, pero ésta era una película iniciática, aún: se ve a un Scorsese más joven, eléctrico, una reacción a sus muchas influencias europeas, la cámara a pie de calle. De entre esos mocosos con ínfulas de gángster, los que sobrevivieron pasaron a ser los currantes de Uno de los nuestros, ejecutores con derecho a lujo, buena posición social, caprichos. Hasta que, antes o después, alguien metía la pata y las lealtades se iban a paseo.

En Uno de los nuestros Scorsese adelantó la narrativa cinematográfica como 4 o 5 cursos, de golpe, con sus voces en off alternas, espídicas y, especialmente, con esos veinte minutos de demencial y frenético montaje en el tramo final, contagiando al ritmo de la película el estrés cocainómano del personaje de Ray Liotta, ya definitivamente desquiciado. De esto habrá mucho, años después (ahora), en El lobo de Wall Street.

Casino es una magnificación de Uno de los nuestros. Algunos de los chicos de la calle, los más listos del barrio, llegaron a algo más. A despachos, a puestos de decisión y poder. Sillones en los que eran colocados por interés ajeno, pero pronto olvidaban esto y creían gobernar el mundo. Hasta que una vez más, antes o después, alguien metía la pata y las lealtades se iban a paseo. Y ellos, que parecían tan poderosos, resultaban no serlo tanto.

Casino

Esta segunda parte de la trilogía -me tomo la libertad de llamarla ya así- nos permitía disfrutar a un Scorsese ya más desatado, con minutos y minutos de metraje explicando los tejemanejes de Las Vegas y sus casinos; con ataques de violencia más allá de lo que habíamos visto en Uno de los nuestros; con disputas conyugales de agárrate y no te menees.


Los verdaderos capos

Y llega la tercera parte de la trilogía, muchos años después. Lo es porque aquí están los que verdaderamente juegan con el dinero, la vida y las esperanzas de todo el mundo. Mafiosos delante de una calculadora y con un teléfono en la mano, ganando y manejando mucho más dinero del que pudieron llegar a ver aquellos personajes de Casino y ya no digamos los de Uno de los nuestros. Como decía antes, lobos y tiburones, los verdaderos dueños del planeta Tierra.

La fórmula es la misma: el ritmo frenético, las imparables cadenas de voz en off y música por todas partes, los protagonistas, carismáticos y desmedidos; un speech tras otro a cámara, las traiciones, las peleas conyugales... Pero multiplicado por mil. ¿El ritmo? Multiplícalo por mil. ¿Las locuras, el lujo, el desmadre? Multiplícalo por mil. ¿El dinero? Multiplícalo por mil, y por mil, y por mil otra vez.

Wall Street

Los excesos de los personajes (insisto, terriblemente reales) son también los excesos de la película, y los del propio Scorsese. Y esto viene, quizá, de dos lados: Primero, claro, por la propia naturaleza de lo que se está contando. Segundo, porque a sus setenta y pico tacos, al tío Marty se le nota -aparte de sorprendentemente en forma- despreocupado y alegre. Ya se quitó el peso de ganar un Óscar, de ser una voz con sello propio, de ser una de las referencias autorales de su generación, de contentar sus inquietudes personales a la par que a la industria que le acoge. Aprovechando un motivo estético muy afín a su filmografía, se ha quitado la cruz de la chepa, la ha dejado a un lado del camino y, él sí, ha aceptado la oferta del demonio: De aquí en lo que queda, parece haber decidido disfrutar con su cine, con cada proyecto. Así que, ¿por qué no disfrutar de estos excesos y reirse un poco?

Dicho lo cual, parece que por fin su siguiente proyecto es Silencio, la adaptación de la novela de Shusaku Endo que tantos años lleva persiguiendo. Así que lo mismo retorna el Scorsese espiritual y desmonta esta vaga teoría. No importa. Que siga haciendo Cine, con mayúsculas y con esas ganas. Es todo lo que puedo pedir.

Scorsese




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Carátula de la película El lobo de Wall Street

El lobo de Wall Street

 (The Wolf of Wall Street)
4/5
Director: Martin Scorsese
Actores:
Leonardo DiCaprio
Margot Robbie
Matthew McConaughey
Jonah Hill
 
Tags: Martin Scorsese, Leonardo Di Caprio



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