Soy pirata, y no es por el dinero


29 de Marzo de 2015
por Iñaki Ortiz

The Pirate Bay 

Bloquean en España The Pirate Bay y yo no me alegro lo más mínimo. Primero, porque la práctica de bloquear webs es un ataque muy peligroso para la libertad en Internet. No seamos tan estúpidos de caer en la misma trampa siempre: hoy es “por una buena causa”, hoy puede estar justificado, hoy podemos tolerarlo. Mañana será un contenido político polémico, pasado será un nuevo intento de control. La excusa con la que les abrimos la puerta siempre es razonable, pero a estas alturas debemos saber ya que si la abrimos, entrarán hasta la cocina. Ahora mismo, Internet es el único espacio libre que nos queda, deberíamos cuidarlo mucho.

Pero no es eso de lo que vengo a hablar, ese sería tema para otro foro. No me gusta que cierren The Pirate Bay, porque soy usuario habitual. Sí sí, ya sé que hay otras mil opciones, y otras tantas que nacerán nuevas -llevan cerrando webs piratas por lo menos desde Napster (2001). No es un problema, pero insisto: no puedo alegrarme porque soy consumidor. Y la clave de todo es que, no es por el dinero. Si lo fuera, sería una simple cuestión de jeta, o de necesidad en algún caso, o de una combinación de ambas. No, es algo que apunta a una cuestión mucho más preocupante: es el mejor servicio. No me imagino un mercado de bicis robadas en el que tengas un mejor servicio que en la tienda legal. No concibo una tienda de ropa que plagia sus prendas a los grandes y que el resultado final sea mejor. No entendería que una tienda de móviles de dudosa procedencia tuviera un servicio de entrega y actualización de catálogo más afinado que la tienda oficial. Entiendo que lo pirata sea gratis, no entiendo que pueda ser el mejor servicio.

Un ejemplo entre mil: la última película de Cronenberg, Maps to the Stars, que pude ver en Francia allá por mayo, se ha estrenado hace poco en cines españoles. La versión pirata llevaba tiempo disponible. De no haber tenido la ocasión de verla allí, la habría visto pirata, seguro. Desde la industria piden paciencia, y apelan a nuestras costumbres del pasado. Así que, sumado al hecho de que uno no paga por una película pirata, está el ejercicio de voluntad de tener que esperar sin verla durante meses, cuando está a un click de distancia. Y esto para que luego pueda llegar o no, especialmente fuera de Madrid y Barcelona; por no hablar de las carencias de versión original, para quienes no gustamos del doblaje. Oigan, quiero su producto y estoy dispuesto a pagar por él, pero lo quiero aquí y ahora. Deberían hacerme caso, soy el consumidor. Apelar al pasado no tiene sentido “antes esperabais”, “antes os conformabais con un catálogo reducido decidido por nosotros”. Sí, antes. No había otro remedio y nos conformábamos con lo que había.

En la era de la información, puedes pedir a tus consumidores que cambien sus costumbres y sean las de hace veinte años, o puedes adaptarte. En mi opinión, una de esas dos formas de actuar tiene sentido. Imaginad que sale el nuevo iPhone -el que toque- y vas a la tienda y te dicen que no lo tienen aún. Que lo pedirán dentro de unos meses, cuando les viene mejor a ellos. Que es un lío de distribución que no te haces idea, a ver si te crees que las cosas son fáciles. Que para qué lo necesitas ya, a ver si no te arreglas bien con el que tienes. Que antes nadie tenía móvil y ahora todos quieren el último modelo. Que entre tanto te ofrecen un Samsung, que también está muy bien. Que tengas paciencia, que ni se te ocurra ir al bazar ilegal de la esquina para comprarlo, que eso es de gente malvada. Sí, lo sé, ojalá el cine fuera un sector tan fuerte como para que el símil no duela tanto y poder tener mejor servicio; pero no podemos esperar que primero mejore el sector y después el servicio, tendrá que ser más bien al revés.

 

Música y libros

En música está solucionado. Ni sé dónde se puede descargar música pirata ni me interesa. Spotify cumple todas mis necesidades. El precio es muy razonable, e incluso para quien no pueda o quiera permitírselo, está la opción de la publicidad. El catálogo no es que sea grande, es que está casi todo. Las plataformas de cine siguen hablando de catálogos grandes, de cuántas películas tienen, y no se dan cuenta de que ahora lo que contamos es cuántas les faltan; los hábitos han cambiado, no elegimos entre lo que se ofrece, elegimos lo que queremos. En Spotify faltan algunas cosas, claro. Básicamente por dos razones. En primer lugar, que sea un grupo muy raro o nuevo, en cuyo caso, el propio grupo suele ofrecer su música en otras plataformas como Bandcamp (y si no están en Spotify es porque no quieren). En segundo lugar, algunos grupos muy importantes que prefieren seguir tirando de su capacidad de vender ediciones de lujo para sus legiones de fans y prefieren no estar disponibles de esa manera. Si a esa gente se le piratea, no me dan ninguna pena.

En cuanto a libros, hay muchas opciones. Yo uso Kindle y en su tienda virtual compro mis libros. Se da algún caso puntual de ausencia, en este catálogo que crece a pasos agigantados. En esos pocos casos, ya digo que cada vez menos, accedo a alguna versión pirata, que muchas veces no tiene la calidad que debiera. La comodidad, la inmediatez y el satisfactorio catálogo en música y libros, hacen que no me plantee el mercado pirata. Y si lo hiciera, sería porque no quiero/puedo pagar, no por otras razones. No voy a entrar hoy en los precios disparatados de algunas plataformas, pero eso da para otro artículo entero.

 

Es difícil, lo sé

No quiero que parezca que no veo los inmensos problemas del cambio. Primero, porque las producciones cinematográficas son mucho más caras que los discos o los libros, y está por ver que un sistema como estos sea sostenible -intuyo que sí lo es, pero hay que afinarlo. Segundo, porque el entramado de intermediarios, entre la producción y el espectador, que se aferran a su modelo, hace muy difícil mover las cosas. No puede llegar una plataforma y poner lo que le venga en gana al precio que quiera, ni cuando quiera, ni en las condiciones que quiera. Hay constantes callejones sin salida. Las distribuidoras deben negociar constantemente con las salas que ven cómo su posición se viene abajo. Es muy difícil, y quienes están intentando ofrecer alternativas son héroes, y merecen el poco apoyo económico que les pueda dar y el poco apoyo de divulgación que pueda ofrecer. Pero debemos ser realistas, engañándonos no solucionaremos el problema, y el problema es grave, el barco hace aguas, y no parece muy inteligente aferrarse a él. No podemos fingir, cómo hacen algunos en Twitter, que si desaparece la oferta pirata hay alternativa, y que si no las usamos es porque somos todos unos sinvergüenzas que no queremos pagar. Hay alternativas, sí, pero estamos muy lejos de LA ALTERNATIVA.

A pesar de todo lo dicho hasta ahora, y sin obviarlo, quiero recomendar Filmin. Tenéis un buen catálogo de cine de autor, y atención al Atlantida Film Fest que llega pronto.

 




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