Pedro Almodóvar y su si-no

Pedro Almodóvar es un grande, y se puede decir desde muchos sitios distintos, desde lugares capaces de no entenderle y de odiarle, desde las tarimas más dispares, porque consigue que se nos pongan los ojos alerta ante sus películas, las nuevas, las recientes, las últimas, en esta ocasión, Los abrazos rotos.

Unos comentan que sus temas son los de siempre, que si el mari...y que si la mujer exage...y que parece que son telenove..., pero las ven, porque todo el mundo acaba viendo a Pedro, porque todo el mundo se queda anonadado ante su capacidad visual, de colores, de arreglos en los escenarios, dejando que algunas escenas sean teatro bueno y otras cine malo, ese caer y subir, ese exagerado bien hacer, llena sus films con intensidad dramática, y esto es difícil en el mundo actual, el drama entretenido.

Unos dicen que va a menos, y yo me apunto a esto, pero es que ya son muchas películas, y me gustaría saber en qué momento se calmó y empezó a querer hacerlo bien y no sólo a ser diferente y genial en los guiones...cuándo decidió empezar a ganar premios...cuando empezó a aislarse del mundo, rechazando el cine de este país, como un caballero Don Quijote de la Mancha alocado y dando las gracias en los Oscar tal y como las dio. Necesita de este lugar que le vio nacer para seguir en sus trece, para sacar el temperamento de la llanura, para emitir copla en la gran pantalla y punto, para fotografiar almas sencillas a lo grande.

Unos aseguran que en realidad está demasiado repetitivo, que simplemente se tira demasiado tiempo pensando y rodando para dar vueltas sobre lo mismo, que no innova sobre sí mismo, pero es que ya es difícil volver a innovarse y ser más singular. No se le puede quitar su estilo, que se hace menos sexual y más amoroso con los años, no se le puede negar que cuando ves sus películas algo especial pasa en tal o cual escena llenándote un poco en tu interior.

Y otros dicen que eso no es para tanto, y digo que sí, pero que de vez en cuando, quiero ver una de Pedro Almodóvar, que para caer simpático ya está Roman Polanski, ¡coño!.